La noche en la que me fue infiel mi cordura estaba mirando por la ventana de Sansprieb. Había llegado de improvisto por una carta que recibí de mi amada Montiel. Tenía que encontrarme con ella por la tarde, pero no había logrado comunicarme.
Me hospedé en un viejo motel en las afueras del pueblo. Cansado me tumbé en la cama y dormité mientras mi alrededor se oscurecía. Un sonido interrumpió mi velada y desperté con los ojos pegoteados.
Me levanté y miré a mi alrededor. El reloj marcaba las dos de la madrugada, casi eran las tres y nuevamente el mismo sonido invadió mi espacio. Mi alma se inundó al escuchar el grito de una mujer que se hacía eco en medio de la penumbra.
Me acerqué a la ventana y divisé lo que parecía ser un gato angola. Era un hermoso ejemplar, pero algo tenía distinto a los demás gatos. Me veía desde el otro lado de la ventana, sus ojos verdes me hipnotizaban y me miraba como un gato acechando a su presa.
Un sonido más agudo se volvió a escuchar, el tejado empezó a temblar y mi piel se erizó. El mismo sonido retumbaba. Era el grito de una mujer y venía del techo. Los sonidos de unas patas marchando resonaban sobre el tejado y el mismo gato me seguía mirando.
La ventana comenzaba a abrirse dejando una división inexistente entre el felino y yo. Retrocedí, con los pelos de punta mientras el gato tomaba forma de mujer. El sonido del techo se hacía más fuerte y el gato humanoide se acercaba a pasos inquietantes.
Salí corriendo del motel, el gato angola que ya no era gato salía de la habitación y pude ver en el tejado una manada de gatos multicolores mirándome, acechándome. Salí corriendo y me tropecé con mis pasos entorpecidos por el miedo, caí rodando por las escaleras y pronto mi mentón se había fracturado en cinco partes iguales.
Los gatos sobre el tejado bajaron y me rodearon mientras el enorme gato monstruoso se acercaba hacia mí. No había testigos que pudieran socorrerme y la enorme bestia se acercaba con pies desnudos. Abrió su hocico y me hipnotizó el sonido que venía dentro de sí.
Dentro de su estómago veía el infinito y el grito de una mujer que pedía ayuda. ¿Era mi amada Montiel?, pronto lo supe y el gato me empezó a engullir mientras mi cordura desaparecía junto con el resto de mi cuerpo.
El enorme monstruo volvió a tomar forma de gato y me llevó dentro de sí hacia el bosque de Sansprieb donde nadie me volvería a encontrar.
J. PALADAN.